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El desahucio del Rey del Mundo. Capitulo XVI. Redescubriendo a la familia.
Por Francisco Betes | abril 3, 2011
Capitulo XVI
Redescubriendo a la familia
La cena de Navidad había sido muy agradable. Existía una cierta sensación de que podía ser la última en la que estuviera la familia al completo. Jacinto, una vez conseguido el ingreso en la Escuela Diplomática muy probablemente anunciaría en breve su intención de casarse con su novia, Julia, que acaba de empezar a trabajar en el área de auditoria de Price. El tiempo pasaba y Jacinto construiría su familia aparte. Como habían comentado en muchas ocasiones, Marta y Alberto, “nos queda poco tiempo para tener a todos los poyuelos en el nido”.
Ahora se encontraban los cinco sentados en los cómodos sillones del salón, con una copa de champaña en la mano. Marty inició la conversación con una pregunta a sus padres:
– ¿Vosotros dos como os conocisteis? Yo creo que nunca nos lo habéis contado con mucho detalle.
Marta sonrió, mirando a sus hijos y dijo:
– Vuestra tía Carmen y yo somos compañeras de clase de la Facultad de Derecho de la Complutense de Madrid. Cuando estábamos en 2º de carrera me invitó a pasar las Navidades con ella porque siempre habíamos hecho muy buenas migas. Su casa estaba en Logroño y allí fui a pasar unos días. Entonces apareció vuestro padre al que todos esperaban, que era mucho mayor que yo…”
Alberto la interrumpió:
– ¡Hombre, no mucho mayor!
– “Bueno, cinco años en aquella época era muchísimo. Además, llegabas de Estados Unidos con la aureola de estar estudiando un master. En aquella época eso era como estar en el cielo y codeándose con los santos. Así que llegó vuestro padre tan listo, tan guapo, tan americano y se quedó como tonto.”
Alberto corroboró:
– “Si la verdad es que fue ver a vuestra madre y me quedé idiotizado…, fue un flechazo a primera vista.”
– “A mi vuestro padre me gustó, me pareció interesante y sobre todo me apetecía mucho que el centro de la reunión familiar estuviera pendiente de mi. Nosotros para todos éramos las niñas. Luego volvió a Estados Unidos, y en Semana Santa aunque no lo tenía previsto inicialmente, volvió a España a pasar unos días.”
-“Recuerdo que estuve trabajando dos meses sirviendo copas en un bar y para ahorrar dinero y poder venir a España aquella vez.”
Marta, con una sonrisa en los labios mirando a sus hijos que asistían interesados en todas aquellas confidencias, confirmó:
-“Volvió en Semana Santa, y ya sí realmente podemos decir que nos hicimos novios. Pero el muy desgraciado de vuestro padre al inicio del verano en lugar de venir directamente, se dedicó a viajar por Estados Unidos y cuando por fin se presentó a mediados de agosto dijo que tenía un trabajo en un broker de Wall Street en Nueva York. Sin pensar mucho en el futuro, pasamos un verano maravilloso en La Toja, jugábamos al golf en el pequeño campo de 9 hoyos, al tenis en el recinto de la piscina y dábamos unos paseos largos casi todas las tardes entre los pinos y eucaliptos de la isla.”
-“¡Que romántico!” – dijo Marty embelesada por el relato-“Sigue, sigue…”
Marta continuó:
-“Vuestro padre me pidió que nos casáramos y fijamos la boda para unos meses después, en la primavera del año siguiente. A mis padres no les hizo ninguna ilusión porque era muy joven, tenía poco más de 20 años y no había acabado la carrera, pero la verdad es que se lo di como definitivo. Así que nos casamos en la primavera siguiente. Tuvimos un viaje de novios muy corto tan solo una semana y por España y nos fuimos a vivir directamente a Nueva York, donde vuestro padre tenía ya una apartamentito en el que nos instalamos. Yo prometí a mis padres que terminaría Derecho, así que mientras él trabajaba, que trabajaba muchas horas, yo me dedicaba a estudiar derecho y conseguí sacar todas las asignaturas del tercer curso a pesar de estar viviendo fuera de España a partir del mes de marzo.
Alberto se animó a intervenir:
-“La verdad es que fuimos muy felices los dos años siguientes. Viajamos por casi todo el país, disfrutamos de la hospitalidad de los americanos, hicimos un montón de amigos entre compañeros de trabajo y vecinos. Además, a mí en la empresa me iba muy bien y me subieron el sueldo, con lo cual teníamos más que suficiente para vivir.”
Marta continuó:
– “Llevábamos poco más de un año viviendo en Nueva York y naciste tú – dijo dirigiéndose a Jacinto- y eso nos cambió la vida. De pareja joven y libre que nos pasábamos todos los fines de semana viajando y que aprovechábamos cualquier vacación para recorrer el país de arriba a abajo, nos encontramos cambiando pañales todo el día.”
-“Bueno, no fue exactamente así, porque yo he visto fotos mías en un precioso parque natural” – dijo Jacinto.
-“Llevas razón – respondió Alberto – Nos fuimos contigo cuando tenias tres meses en avión a las Montañas Rocosas y durante 15 días estuvimos en una caravana que allí llamaban motorhome, recorriendo el parque. Fue una experiencia maravillosa.”
Marta volvió a hablar, pero mientras la oía contar más anécdotas de su vida americana en común, Alberto no pudo menos de agradecer mentalmente a aquella mujer lo feliz que le había hecho. Como una vida paralela a la suya, así había crecido la vida de Marta. La verdad es que Alberto siempre pensó que la vida de Marta había tenido un desarrollo lineal, sin grandes complejidades. Con prudencia y guardando siempre su espacio personal, Marta seguía siendo una compañera excepcional. Mantenía su donosura, su saber estar, cercana en la intimidad, y discreta y oportuna en todo momento. Leía y sabía mucho, pero lo expresaba con humor y sin menoscabar a los ignorantes. Tenía un trabajo interesante en el ministerio ya que se ocupaba de los análisis de los sectores en crisis y sus informes eran muy valorados. En los cerca de treinta años que habían convivido, la vida de ambos había cambiado, había ascendido. Habían crecido, y habían crecido juntos. Los objetivos habían sido siempre comunes y sin mayores problemas de disonancia o discordia. Marta había llevado la batuta de las distintas partituras que habían compartido en la vida, aunque la vida profesional de Alberto había sido un terreno casi vedado para ella. No es que no estuviera al tanto de sus vaivenes profesionales, pero con el paso de los años, los ascensos y problemas de Alberto no tenían el mismo grado de incidencia en la vida matrimonial. Los primeros trabajos de Alberto, mientras ella acababa la carrera de Derecho, eran absolutamente compartidos. Opinaban, departían, discutían e incluso, cuando preparaban la vuelta de Estados Unidos, estuvieron varios meses estudiando las mejores opciones para la reincorporación de Alberto al mundo empresarial español.
Cuando Alberto entra en ACC, y se entrega en cuerpo y alma a la nueva Compañía, Marta prioriza sus preocupaciones a la educación de sus tres hijos, con la solvencia económica familiar garantizada, sin sentir en ningún momento que su menor atención al trabajo pudiera penalizarla profesionalmente. Cuando Alberto accede a la dirección general de la Compañía, sus momentos caseros empiezan a ser escasos y tiene siempre la cabeza en otro sitio. Es verdad que los problemas familiares que tuvieron fueron de poca relevancia y que siempre que se lo pedía, podía contar con su ayuda. Pero ella sentía que podía resolverlos sola y sus soluciones siempre contaron con el entendimiento y la aprobación de Alberto.
Marta, luce uno de los momentos más solventes de su vida, en su saber estar, en su estilo, en su inteligencia y belleza, pensó Alberto, que esa noche de Navidad parecía haber redescubierto a través de los recuerdos a la persona con la que había compartido su vida.
Marta muy centrada en sus recuerdos y disfrutando del momento de intimidad familiar continuaba contando la historia a sus hijos:
– De todas formas, cuando ya después de nacer Jacinto empezaron a entrarnos las ganas de volver a España, vuestro padre empezó a moverse para conseguir trabajo aquí. En aquella época no era difícil y tuvo varias oportunidades y se decidió al final por el Banco Exterior, en el que trabajaba su amigo Jesús Plaza, al que vosotros conocéis, y que le propuso un puesto de comercial en la División Internacional”.
Alberto, recuperando el hilo de la historia, prosiguió:
-“A la vuelta de Estados Unidos, vuestros abuelos nos ayudaron y pudimos comprar el piso de Chamartín, en el que hemos vivido hasta que nos vinimos a este. Lo que si me gustaría, ahora que estamos todos, es reconocer el merito de vuestra madre que a pesar de que vosotros empezasteis a llegar uno detrás de otro, consiguió terminar la carrera y hacer las oposiciones de Técnico del Ministerio de Hacienda que además aprobó a la primera y con el numero cinco.”
Jacinto y Marty comenzaron a aplaudir y a cantar “es una chica excelente”.
Luís, el hijo pequeño que había estado muy callado, dijo en ese momento.
-“En vuestra época las cosas eran mucho más fáciles. Yo no tengo ni idea de lo que podré hacer cuando saque el titulo de Físicas. Lo que tengo claro, padre, es que no quiero ser como tú, un esclavo del trabajo, sobre todo después de haber visto para lo que te ha servido. Yo quiero tener mi tiempo libre, quiero vivir mi vida, salir con mis amigos y hasta tener más tiempo del que tú has tenido para jugar con mis hijos.”
-“Luís, por favor…” – dijo Marta.
Pero Luís prosiguió:
-“Ni por favor, ni nada. A mi me parece indignante lo que le han hecho a papá. Lo han explotado, después de haber currado mañana, tarde y noche, y todo para que, para ponerle en la calle al cumplir los 54 años con cuatro pavos o 400 que para el caso da igual. A mi eso no me va a pasar.”
Luís, recordó la conversación que había tenido con su padre unos meses antes, al exponerle sus inquietudes por el futuro. Alberto le había dicho: “Tu vete de Erasmus el año próximo, como hizo Jacinto. Después acaba tu carrera y vete unos años a trabajar a Estados Unidos, que es donde se cuece el futuro y después busca una multinacional que necesite un español brillante y con formación internacional y haz carrera en ella hasta llegar a la cumbre”. Pero Luís consideraba que su padre esta equivocado, que el mundo había cambiado, que había estallado una crisis, que existía Internet y que se podía dirigir una empresa en Madrid desde Dallas, sin necesidad de brillantes ejecutivos locales con formación internacional. Su padre no se daba cuenta que su tiempo estaba pasado, que si le habían echado no era porque fueran unos hijos de puta, sino porque los tiempos habían cambiado y se necesitaban mentes diferentes y nuevos estilos y él ya no entendía nada aunque estaba convencido que lo sabia todo.
Alberto con la mayor suavidad que consiguió en su tono dirigiéndose a Luís le dijo:
-“Nadie tiene la verdad absoluta. Es cierto que mi implicación en una empresa que no era mía fue posiblemente desproporcionada, sobre todo al ver lo que ha pasado posteriormente, pero eso no quita que yo también he disfrutado con mi trabajo, y si en algún momento os he descuidado, al mismo tiempo creo que la educación que os hemos dado, vuestra madre y yo, ha sido positiva y que sois unas personas responsables y que cada uno ha encontrado su camino. Tú siempre te has llevado mejor con tu madre, que sabe escuchar mejor que yo. Ella es un ejemplo de cómo se puede poner la actividad profesional al servicio de la familia y de la vida. Como cada uno debemos encontrar nuestro camino, si ese es el tuyo, adelante, prepara unas oposiciones.”
Realmente el modelo de su padre a Luís no le convencía, pero en el fondo lo que le pasaba es que estaba asustado. Era un tipo serio y pensaba en el futuro, más ahora que se encontraba en el ecuador de su carrera. A veces pensaba que le hubiera gustado mas ser un ni-ni, todo el día de copas y de amigotes o un friki, colgado de los videojuegos, chateando todo el día o un musculitos siempre en el gimnasio… A él le llamaban pijo, porque sus padres tenían pasta y le habían comprado un coche. Pero en su fuero interno sabia que si no curraba y duro, no podría mantener ese tren de vida e irse a vivir con esa chica de su clase de la que estaba enamorado y que todavía no había entrado en la casa de sus padres.
Dirigiéndose a su padre le dijo:
-“Perdona papá, he estado un poco impertinente, no quería decir que tu modelo no me guste. Creo que lo has hecho muy bien y que estas reaccionando fenomenal al palo que te han dado.”
– “Vaya, niño, por fin dices algo coherente” – dijo Marty.
Jacinto que había estado callado intervino en ese momento.
-“No es una cuestión de imitar modelos, sino de construir nuestros propios modelos. Y en eso creo que tanto papá como mamá nos han dado siempre todos los elementos para que nosotros podamos decidir lo que queremos hacer con nuestro futuro.”
Luís se levantó, y yendo hacia su padre, dijo:
-“Jacinto lleva razón. Perdóname si he estado un poco brusco. A veces, debe ser la edad, me surgen dudas, pero considero que nos habéis dado todos los elementos y para salir adelante y para ser felices.”
Se abrazó a su padre mientras Marta para disimular la emoción se levantó y dijo:
¿Quién quiere un poco mas de champagne?
Superado el momento delicado, Jacinto rompió el hielo:
-“Para que sepáis lo mas importante en la vida os voy a contar una historia. Un señor entra en una pajarería y se interesa por el precio de un loro y le dicen que 50 euros y que canta muy bien. El siguiente vale 150 € y es despertador, porque canta a la hora que se le indique con los dedos. Se interesa por un tercero. Le dicen que vale 500 €. Y que sabe hacer, pregunta el comprador, y le responden: Ese no sabe hacer nada pero los otros dos le llaman jefe.”
Aunque todos conocían la historia, rieron con ganas por la comicidad de Jacinto, que añadió:
-“Para mi el tercer loro había descubierto el secreto del éxito.”
La velada termino dos horas después cuando todos los componentes de la familia, sintiendo que habían vivido un momento único e irrepetible, y algo achispados por las dos botellas de Moët-Chandon, se despidieron para irse a dormir.
-“Disculpa a Luís- dijo Marta a Alberto cuando ya estaban en su dormitorio- se que no quería molestarte. Lleva una temporada inquieto por su futuro”
-“No me ha molestado en absoluto. Se que no he tenido una buena comunicación con él y voy a procurar remediarlo. Y también me gustaría devolverte a ti un poco de todo lo que me has dado” respondió Alberto, atrayendo a Marta hacia si, abrazándola con mimo y besando su boca.
Hicieron el amor suavemente con la delicadeza de los que se conocen de siempre, y con la ilusión de los que acaban de redescubrir lo que tenían tan cerca. El placer les inundó totalmente porque ambos sabían que estaban compartiendo algo más que sus cuerpos.
Antes de dormir, Alberto se sintió agradecido de tener una familia como la suya, que suponía la base fundamental en la que asentar su felicidad. Marta se había convertido, en el mejor de los sentidos, en una mujer a la altura de las circunstancias, que disfrutaba con su actividad profesional, que sabia afrontar los problemas con criterio, que era elegante y se cuidaba, y que con sus opiniones tanto le había ayudado a mantener la sensatez, la mirada alta, su fe en el futuro y la capacidad de dignidad. Fue precisamente ella la única que supo adelantarle los acontecimientos de su viaje a Zurich y los resultados de la entrevista con Peter Slusche, previniéndole de la frialdad con la que las multinacionales trataban a sus empleados, por muy altos ejecutivos que fueran y por mucho que hubieran dejado en su trabajo sangre, sudor y lágrimas. A la vuelta de aquel viaje, el último, no tuvo más remedio que reconocerle a Marta la prudencia en el diagnóstico y la frialdad en el análisis. Fue esa aportación, esa visión de lo que le estaba pasando, la que más le ayudó a no caer en el abismo, tras el bajonazo que le habían infringido. Sí, el empuje de Marta estaba siendo fundamental para echarse de nuevo a la vida con otros objetivos, con ánimo, con valentía y sabiendo que en ese momento no se acababa la vida, sino que había que emprender una nueva etapa, de su mano, para hacer frente, no tanto a su problema concreto que consideraba ya superado, sino mas bien a como afrontar la aceptación del paso del tiempo.
Justo cuando estaba al borde del sueño, recordó con ilusión que tenía que dar el último repaso al expediente de venta de Electrionic Holdigs, y empezar a concertar las entrevistas con los posibles candidatos interesados en la compra. Estaba convencido de que había hecho un trabajo de mucha calidad.
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2 Respuestas a “El desahucio del Rey del Mundo. Capitulo XVI. Redescubriendo a la familia.”
Comentarios
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abril 3rd, 2011 a las 17:22
1.Francisco Betes dice:
Marzo 24th, 2011 a las 20:36
Con mi agradecimiento a la colaboración recibida en este capitulo de Octavio Roldan, Alejandro Daroca y Jaime Estalella.
La novela retrata el progreso de Alberto construyendo su nueva vida. Lo que ve, lo que le dicen, lo que medita…
Uriarte es una ayuda por su clarividencia, la familia es la base sobre la que va a construir.
FB.
2.Lázaro dice:
Marzo 27th, 2011 a las 20:56 e
Paco magnifico capitulo que se lee de un tiron y ademas con mucho sentimiento. Felicidades.
abril 11th, 2011 a las 18:01
Lamento discrepar, pero en aras de una opinión sincera tengo que decir que encuentro el capítulo descuidadamente redactado y que algunos personajes van peligrosamente cerca de ser estereotipos (Marta, Luis).
La puntuación se ha convertido en inexistente, tanto que en mi opinión no se pueden señalar errores concretos: sde ha prescindido de puntuar.
Adicionalmente: es polluelo, no poyuelo.
¿No se está disgregando demasiado el argumento?