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El desahucio del Rey del Mundo. Capitulo XVII. Reencuentro con Akim.
Por Francisco Betes | abril 3, 2011
Capitulo XVII
REENCUENTRO CON AKIM
Los madrileños se quejan de que las estaciones de transición son inexistentes en su ciudad, dicen que se pasa del calor del verano al frío del invierno sin transición. Sin embargo, aquella mañana de principios del mes de enero, el sol caldeaba la frescura del aire hasta conseguir una temperatura ideal. Había llovido los días anteriores, barriendo las capas de polución, y la atmósfera estaba limpia, dejando una visibilidad perfecta y una luz muy cálida.
Alberto se dirigía a las oficinas de la consultora de Lamana, a través de la Avenida de Pablo Iglesias. Llevaba tres meses trabajando en la operación de venta de Electronics Holdings. El “book” de venta había quedado muy bien, y su edición en ingles había recibido los elogios de la casa matriz americana. Ahora estaba presentándolo a todos los posibles compradores. El interés por la operación era elevado. Estas operaciones se lanzan a través del envío de un perfil ciego, que recoge los datos más importantes de la sociedad en venta pero sin permitir su identificación. Pues bien, la respuesta a los envíos de perfiles ciegos había sido optima y tenían ya cuatro candidatos interesados en la compra. Había dejado para el final a ACC. Tendría que hablar con Zurich y no le resultaba agradable. Decidió en ese momento que enviaría el perfil ciego al presidente Hens y que este le dijera con quien debía continuar los contactos si estaban interesados. Solo tendría que hablar con Slusche si estaban interesados y el Presidente le encargaba la gestión.
Además de la venta de Electronics Holdings, Alberto llevaba en paralelo un proyecto de asesoramiento de una compañía inglesa que preparaba su implantación en España. La noche anterior había terminado en su casa el informe final y lo había enviado a la oficina por correo electrónico. Al llegar a la oficina esperaba tenerlo revisado e impreso por Raquel para mantener al final de la mañana una reunión con los clientes. Durante toda su vida profesional había procurado separar con toda claridad el trabajo del descanso. No le importaba trabajar catorce horas diarias, pero jamás se llevaba trabajo a casa. Podía leer informes, pero no trabajaba en el sentido de elaborar análisis, o tomar decisiones. Eso le hacia pensar que en casa no trabajaba realmente. Ahora era todo lo contrario, le daba igual trabajar en casa que en la oficina. De hecho, por primera vez había empezado a utilizar el despacho de casa que hasta ese momento solo usaba para leer y escuchar música. Había disfrutado trabajando estos últimos meses, volviendo a sentirse útil, sabiendo que estaba realizando una labor interesante y muy positiva para los clientes de la consultora. Su experiencia había sido muy valiosa en su trabajo, y Juan José Lamana el socio director de la Consultora le había hecho saber su enorme satisfacción porque hubiera aceptado colaborar con ellos. Él había encontrado en esta actividad profesional un complemento fundamental que le proporcionaba un equilibrio y una sensación especialmente agradable de volver a ser útil. Recordó las palabras de Uriarte sobre la necesidad de volver a encontrar el propio camino. “El que te colme y te permita estar satisfecho contigo mismo”. Por eso aquella mañana se sentía a gusto, como si el difícil rompecabezas de su nueva existencia hubiera encontrado una pieza importante.
La Avenida de Pablo Iglesias tiene un trazado especialmente accidentado, que va adaptándose al terreno con subidas y bajadas pronunciadas. Después de un enorme badén se llega al cruce con Reina Victoria y superada esta avenida se bifurca en dos, una para cada sentido, con una diferencia de altura de al menos cuatro o cinco metros. En este segundo tramo, se congregaban tradicionalmente un grupo de personas de raza negra que se apostaban al lado de las plazas libres e indicaban a todos los coches que allí se podía aparcar. Hacían todos los aspavientos necesarios para ayudar a los que aparcaban y luego esperaban una propina. En el cruce de ambas calles se situaban habitualmente ocho o diez hombres de raza negra, que sentados en los bancos conversaban tranquilamente. A Alberto siempre le sorprendió la concentración en esta zona, que habían hecho suya, y el hecho de que todos ellos estuvieran vestidos con ropas nuevas y con un aspecto de total limpieza. Sonrió al pensar que aquel grupo de hombres facilitaba la adaptación al cambio a los que iban llegando, de alguna forma y salvando las distancias, como el grupo de Francisco Betés hacia con sus encuentros en el Club de Campo a otro grupo muy diferente, pero también en cambio.
Cuando dos días antes recibió una llamada en el móvil de Akim, el inmigrante ilegal al que había ayudado en la playa y este le dijo que estaba en Madrid y que podía encontrarle cualquier día en ese cruce de calles, Alberto se sorprendió de volver a tener noticias de aquel negrazo buena persona, pero no de que su lugar de encuentro fuera aquel enclave de inmigrantes aseados.
Al pasar por el cruce el día anterior no vio a Akim en el grupo que tranquilamente tomaba el sol, pero aquella mañana, lo vio con toda claridad. Su enorme figura destacaba sobre el resto, sacándoles la cabeza. Un poco mas adelante, aparcó bajo las indicaciones de otro africano, le dio un euro y se dirigió hacia el grupo. La recepción fue muy recelosa. Las ocho o diez personas del grupo se abrieron hacia él y se le quedaron mirando. Un joven muy delgado y de talla mediana se dirigió hacia él y le dijo:
– “¿Tu que quiere? ¿Tu que quiere?”
– “Solo quiero hablar con Akim” respondió Alberto señalando al gran hombretón del fondo, dudando en ese momento si no se habría equivocado.
-“¿Tú ere policía?”
– “No, no soy policía, solo quiero charlar con él”. En aquel momento se hizo la luz en el rostro del gran hombre negro. Efectivamente era Akim. Se dirigió a los otros en una lengua que Alberto no entendió y añadió “amigo, amigo”. Los demás se retiraron y Akim dio un paso hacia él y se quedaron mirándose. Alberto le tendió la mano.
-“Akim has llegado a Madrid. Me alegro mucho de verte, vamos a tomarnos un café y me cuentas como te ha ido.”
El hombre le dio la mano sin estrechársela, solo dijo “sí”. Se dirigieron a una cafetería cerca de Cuatro Caminos, donde se sentaron en una mesa. Alberto pidió café y Akim Coca-Cola y señaló una ensaimada con el dedo. La conversación no era fácil, Akim todavía hablaba con mucha dificultad el español. Alberto le pidió que hablara en francés. Le entendió que estaba bien, que trabajaba en algunas cosas, llevando cosas de un lado para otro, no entendió muy bien si eran mudanzas o transportes, que ayudaba también en la zona de aparcamiento y que había alguien, cuyo nombre entendió como Abuquin que organizaba a todos los africanos que llegaban a Madrid para poderles ir introduciendo y conseguirles algún trabajo. Akim le explicó que su amigo le había buscado trabajo en la construcción en Sevilla, y que le fue bien. Incluso había ahorrado algo de dinero. Pero no le habían legalizado y cuando se acabó la obra, con la crisis se acabó el trabajo. Por eso había venido a Madrid. Alberto entendió también que estaba solo, que había venido solo y que seguía solo, aunque se alojaba con otros compañeros en un piso de Lavapies.
-¿Tienes noticias de tu casa? se interesó Alberto.
Akim no había tenido ningún contacto con su familia ni con su novia. También le contó que todavía no tenía papeles y que le gustaría tener papeles y trabajo.
Alberto le ofreció 250 Euros que llevaba en la cartera. Akim aceptó con una simple inclinación de cabeza, como si fuera lo más normal del mundo.
-“¿Puedo hacer algo mas por ti?”
-“Yo quiero trabajo”, dijo.
-“¿Cómo puedo ponerme en contacto contigo? ¿Te puedo llamar?”
Le dio un papel en el que el africano escribió el número de un teléfono móvil.
-“¿Cuál es tu nombre completo?”
-“Yo soy Akim Lamine”.
Alberto apuntó el nombre completo en la misma nota, le dió una tarjera personal con su teléfono de casa, y le dijo:
-“Si en cualquier momento necesitas ayuda llámame. Yo te llamare cuando te consiga algún trabajo.”
Akim asintió. Volvieron al cruce donde estaba el grupo y Akim soltó una larga parrafada dirigiéndose a los demás. Debió de contarles la ayuda que Alberto le había prestado porque todos se acercaron a Alberto y le dieron la mano mientras decían “amigo, amigo”. Se despidió de ellos y se fue hacia el coche. Tengo que encontrar algo para este hombre, se dijo asimismo, mientras arrancaba el coche y se dirigía a la oficina de la consultora. Alberto pasó el resto de la mañana terminando las conclusiones del informe y yendo a ver al cliente para hacer la presentación.
Aquella misma mañana, en la “Petite Salle” de la sede del Grupo ACC en Zurich, se celebraba una reunión de su Comité Directivo, que por coincidir con la recepción de los datos provisionales de las filiales, tenía como tema monográfico la revisión de la situación internacional. Todos los componentes del Comité habían tenido acceso a la información disponible y la reunión discurría a buen ritmo, con las explicaciones y los comentarios que Peter Slusche sobre cada filial. El ambiente era de normalidad, pero había en el aire una cierta sensación de incomodidad porque las cifras no eran brillantes en ningún país, si bien tampoco se situaban a niveles preocupantes. Tampoco colaboraba a distender el ambiente la rapidez con que Slusche pasaba de un tema a otro, como temiendo que se produjera algún comentario critico o pregunta comprometida. Al llegar a España, Slusche dijo:
-“La situación evoluciona desfavorablemente debido a una coyuntura económica muy negativa, aunque el descenso de resultados es inferior que el de las ventas.” Slusche presionó la tecla “Av Pag” y apareció en pantalla la cuenta de resultados de Polonia y continuó:
-”En Polonia las cosas van…”
-“Vuelva atrás un momento, por favor, -le interrumpió el Presidente Hens.” Con gesto de fastidio contenido, el director del área internacional, volvió a mostrar las cuentas de España, y espero inquieto el comentario de su jefe.
-“Un 8 % de descenso de ventas y un 5 % de resultados es la peor evolución de todo el área internacional. ¿Que se propone hacer nuestro brillante nuevo Director General para enderezar el rumbo?
-“Creo que los resultados son la consecuencia de una deriva de la sociedad a la que el nuevo Director debe poner remedio. Roland confía en que superado este primer periodo de ajuste, va a remontar en los próximos meses”.
-“Sígalo muy de cerca, no estoy aun convencido si nuestra decisión fue la correcta dando la responsabilidad a una persona menos conocedora del mercado, justo cuando se aproximaba una situación difícil. En fin, haga usted lo que tenga que hacer” dijo Hens, dando por concluido el tema.
-“Por supuesto que lo haré, como siempre lo he hecho” remachó Slusche molesto por encontrarse en una postura de defensa de Roland y sin argumentos.
El Comité termino con la filial polaca que marchaba admirablemente. Slusche indicó:
-“En un Comité el mes que viene quiero presentar un proyecto de desarrollo en Internet, que puede ser el revulsivo que necesitamos en todas las filiales”
-“Muy bien, hágalo, pero envíe la documentación con tiempo para que todos- Hens subrayo la palabra todos-podamos formar nuestro criterio con un análisis profundo.”
Terminada la reunión, Slusche volvió a su despacho. Estaba molesto con Hens. No solo era su continuo comentario negativo sobre Roland. Si quería que se quedara Kent, que lo hubiera defendido. Pero no. Era mas cómodo lavarse las manos y luego atacar la decisión. Estaba muy harto de Hens. En el fondo estaba convencido de que chocheaba, Habían pasado muchos años desde que se incorporo a la compañota y aunque mantenía un porcentaje del 8 % de las acciones, ya no era el profesional brillante de antes. Debía retirarse y dedicarse a cobrar los dividendos y jugar al golf. Su último comentario sobre el nuevo proyecto de Internet también había sido especialmente molesto para Slusche. Era su estrategia definitiva para enfocar el Grupo hacia el futuro y dejar fuera de juego a Hens. Pero el viejo zorro estaba sobreaviso. Por eso había insistido en recibir la información por adelantado, cuando precisamente lo que Slusche tenía planeado era informarle en el último momento. Tenía que correr un riesgo, pero era la única opción.
——–
Aquella la noche, en la cena, Alberto le comentó a Marta, la historia de su relación con Akim. Al principio, su mujer se quedó horrorizada pensando en el riesgo que había corrido en la playa y no le hizo ninguna ilusión la nueva rareza de su esposo.
-“Tengo que buscar una salida, pero no sé quien me podría ayudar”.
-“Tal vez Casimiro Ruiz, pudiera hacer algo.”
-”Es cierto, tiene una distribuidora y necesitara mano de obra para el almacén. Voy a llamar a José Luís para que me de su teléfono ahora mismo.”
Casimiro no lo emplearía sino tenía papeles pero estaba dispuesto a ofrecerle un contrato de trabajo condicionado a la obtención de la documentación.
-“Prepárame el contrato, mañana me paso a recogerlo. ¡Ah! Y muchas gracias.”
-“Vale, Don Alberto- dijo Casimiro- pero no me traiga mas embolaos.”
-“Va a ser un fichaje te lo digo yo, Casimiro. Este hombre puede ser un capataz tremendo. Imagínate un tío con metro noventa y con unas espaldas de un metro de anchura. Ya veras como dentro de unos meses me pides que te lleve más.”
-“No se pase.” dijo Ruiz y antes de colgar el teléfono, añadió” Por cierto que aprovecho la ocasión para decirle que me gustaría invitarle a comer”.
-“Muy bien. Cuando quieras”
“Podría reservarnos el próximo 10 de marzo”
-“Queda mas de un mes” se extraño Alberto
-“Si pero es un tema que no se concretara hasta entonces”
-“De acuerdo, apuntado. Cuenta conmigo ese día y nuevamente gracias por lo de Akim”
-“No hay de que don Alberto. Un saludo”- terminó Casimiro.
A pesar del frescor de la noche, Alberto se puso un jersey grueso, se preparó un güisqui y salió a la terraza. Estaba satisfecho, la presentación que habían hecho al cliente de la consultora había sido muy positiva, incluso el Director General de la empresa cliente dijo que era exactamente lo que esperaban y que necesitarían apoyo en la segunda fase del proyecto. Además, esa tarde había enviado, por fin, un correo electrónico con el perfil ciego de la venta de EH al Doctor Hens, presidente de ACC, y este le había contestado en menos de dos horas, solicitándole el envío del expediente completo a él, no a Slusche. Y ahora veía posibilidades de echar una mano a esta persona que había llegado de fuera y que de alguna forma él había apadrinado. Se preguntó que querría Ruiz con esa invitación tan misteriosa. En fin no será nada malo, pensó, mientras se relajaba dando un amplio sorbo de su vaso. Sí, parecía que las cosas iban cuadrando en esta nueva etapa.
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4 Respuestas a “El desahucio del Rey del Mundo. Capitulo XVII. Reencuentro con Akim.”
Comentarios
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abril 3rd, 2011 a las 20:49
Muy bueno. Engancha desde la primera línea y tiene la dosis de acción necesaria para mantener el interés del lector.
abril 5th, 2011 a las 21:07
Me ha gustado, lo he seguido con interés.
abril 11th, 2011 a las 18:15
En mi opinión recuperas aquí el ritmo y estilo que me ha parecido perdido en el capítulo XVI. Suponogo que compañota es una (rara) errata. En este reducido papel de corrector advierto que no se debe decir «este acta», sino «esta acta», porque ante las palabras que empiezan por A tónica sólo cambia el género del artículo, por absurdo que resulte, que resulta.
abril 15th, 2011 a las 19:39
Buen capitulo que te engancha y se lee de un tiron.