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El desahucio del Rey del Mundo. Capítulo III. Informando al equipo.
Por Francisco Betes | enero 3, 2011
Corrió la cortina de la ventana de su dormitorio. Eran las siete y media de la mañana de un miércoles y el día amanecía gris como era habitual en esa época. Un rayo de sol que se esforzaba por abrirse camino en la bruma de aquella hora temprana dibujaba una cálida figura en su ropa interior. Otro día de trabajo, mal despertar después de dormir en la soledad de una cama que le traía recuerdos pasados más cálidos. Su consorte, como de costumbre, andaba por ahí de viaje, y a saber en qué habitación de hotel había dormido y con quién, si tal rival existía.
Rocío cubrió su cuerpo con un kimono que había comprado en la feria de ropa de aquella ciudad cuyo nombre nunca recordaba en aquel viaje de novios tardío que habían hecho por algunos países del Extremo Oriente. Fué Rangún en Birmania? Cruzó el umbral de la puerta del cuarto de baño colindante y buscó el interruptor de la luz. Tres pequeñas bombillas iluminaron el espejo en el que se observaba todas las mañanas. La misma cara de todos los días. Se echó con ambas manos su larga cabellera castaña hacia atrás y estudió su cuerpo en el que se notaban las huellas de una edad que ya había superado la época de su juventud. Cómo nos transfiguramos las mujeres después de aplicar los arreglos y retoques habitules, pensó. Se introdujo en la ducha con desgana y allí permaneció un buen rato. Alguien le había dicho en la oficina que un fuerte chorro de agua muy caliente rociando sus nalgas hacía que éstas aparecieran más tersas durante el día.
Parece mentira que una mujer con estudios universitarios creyera en esas cosas. ¿Y sobre su carrera, qué? Profesionalmente no podía quejarse. Rocío Gomez era la Directora de Recursos Humanos de ACC, y gestionaba una plantilla de mas de 1000 persona. Se había trabajado bien el cargo y según parecía estaba considerada en el trabajo. ¿Pero, en el fondo, todos estas medallas que fomentan la autoestima para qué? ¿Y por qué esa especialidad de los RRHH? Muy bien eso de mantener a una plantilla cohesionada, pero, qué trato tenía que ofrecer continuamente a aquellos que le reclamaban información sobre la precariedad del aumento impuesto por la Dirección? ¿Y cuando tenía que despedir a alguién? ¿Qué pensaría de ella aquel padre de familia que se convitió en su última víctima? Esperemos que la jornada laboral de hoy no me cree complicaciones más alla de las habituales, musitó.
Rocío desayunó en la soledad de sus pensamientos y no esperó la llamada habitual de su consorte, desde quien sabía donde, pues la rutina hacía que muchos días fallara. Recogió precipitadamente en la pila de la cocina los cacharros del desayuno, pues, como siempre, pensó que llegaría tarde. Cruzó el umbral del portal y se dirigió al parking. Encendió un cigarrillo y, con parsimonia, aspiró una profunda bocanada, mientras trataba de arrancar su automóvil. Su consuelo es que hoy comería con Juan…
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Sonia lloraba desconsoladamente. Su jefe acababa de darle la noticia de que antes o después, en cuestión de meses, de semanas quizá, dejaría la Compañía. Sentada en su despacho no podía reprimir las lagrimas. No es que para ella su trabajo fuera lo único en el mundo. Tenía su vida, su marido y sus tres preciosos hijos, que la colmaban totalmente. Pero había trabajado con su jefe por más de diez años y se tenían un mutuo respeto y admiración.-“De verdad, Alberto, lo siento muchísimo. He trabajado muy a gusto contigo estos diez años” consiguió por fin decir.-“Puedo asegurarte que para mi has sido una ayuda inestimable. De hecho no se como me voy a arreglar sin ti. Has sido tan buena secretaria que me has hecho un inútil total”.Sonia sonrió tristemente. Efectivamente no se imaginaba a su jefe concertando una cita, sacando un billete de avión o reservando un hotel. -“Puesto que te vas a ir y como ya no puedes pensar que te hago la pelota, te diré que lo que mas he admirado en ti ha sido tu faceta humana.
Recuerdo la forma en que te he visto tratar muchos problemas de empleados de la Compañía a lo largo de estos años. Cuando murió Berruguete, el anterior jefe del Servicio de Compras, no solo estuviste presente en todos los actos y acompañaste a su viuda en el velatorio del cadáver, confortándola con palabras amables sobre la categoría profesional y personal de su marido, sino que te preocupaste además de que económicamente quedara bien cubierta con una ayuda no obligatoria por parte de la Compañía, y la has considerado como parte del personal a partir de ese momento, invitándola a todos los actos que se celebran anualmente por Navidad y Reyes a los que la viuda orgullosa asiste con sus hijos” -“Es lo menos que podía hacer. Fue uno de mis colaboradores directos y le tenía un especial afecto. Me impresiono mucho aquella muerte tan abrupta y sin sentido”. Sonia era una mujer atractiva. A sus 40 años mantenía su figura estilizada y un mechón rebelde de su pelo casi rojo que permanentemente apartaba de sus ojos de un profundo verde oscuro. Era la secretaria perfecta. Solo había que darle instrucciones concretas y someras y no hacia falta controlar nada pues realizaba siempre las cosas con criterio. Tuteaba a su jefe en privado pero delante de todos los demás se refería siempre a Don Alberto, o el señor Kent, o el Director General. -“Alberto, no fue un hecho aislado. Recuerdo muchas otras anécdotas de estos diez años.
Como aquella vez que yo te conté que una empleada de contabilidad acababa de perder a su bebé recién nacido por una enfermedad incurable. Cuando se reincorporó al trabajo esta persona, bajaste al Departamento de Contabilidad en el que trabajaba y te sentaste en su mesa, en mitad de la sala y estuviste charlando con ella delante de todo el personal. No se si era tu intención, pero la media hora que pasaste allí, hizo comprender a todos la importancia que le dabas al dolor que había sufrido esa persona”. -“Creo que exageras, y mucho, porque siempre nos hemos tenido un aprecio mutuo, no solo profesional sino también como personas.” Sonia seguía sin contener las lágrimas. Este hombre había sido un buen jefe y prescindir de él de esta forma le parecía injusto e incomprensible y, además, sabía que para ella suponía el cierre de una etapa importante en su vida. Alberto al verla llorar tan desconsoladamente, sentía que sus propias lágrimas afloraban contra su más enérgica voluntad, y tratando de restar emoción al momento le dijo: – “Sonia dejemos de llorar porque como entre alguien va a pensar que tenemos un lío los dos”. Se serenaron. Sonia le confirmó que no había habido ningún rumor sobre su salida. Evidentemente desde la llegada de Roland todo el mundo decía que mandaba mucho y que el jefe debía de recortarle las alas, pero nadie podía imaginarse que todo acabaría con la salida del Director General.
-¿Y quien va a sustituirte?, pregunto nuevamente entre sollozos, pero al ver la cara de su jefe, añadió, “mejor no me lo digas”. Alberto dejo a Sonia llorando en su despacho, se recompuso un poco en el lavabo y salió a visitar a un abogado laboralista que le habían recomendado. Tomo un taxi en lugar de pedirle a Pedro, su chofer, que le llevara, como si ya hubiese empezado a renunciar a las ventajas de su puesto. Nunca había pensado en como seria el bufete de un abogado laboralista pero la entrada de aquellas oficinas recordaba más a una gestoría que a un bufete.Le pasaron enseguida a un despachito en el que no sobraba espacio para la mesa, las sillas y los montones enormes de papeles que casi dificultaban ver al interlocutor. Curiosamente las pilas de documentos tranquilizó a Alberto sobre la profesionalidad del abogado. Este era un hombre en la treintena y totalmente calvo que le miraba con curiosidad a través de unos lentes sin montura. -“En que puedo ayudarle, señor Kent”.-“Tengo entendido que Jesús Plaza le llamo para concertar esta cita”-“Si, pero no me dijo nada mas”.-“Por supuesto… Soy Director General de la filial en España de una Compañíasuiza. Me han comunicado que quieren prescindir de mis servicios y quiero asesoramiento legal sobre mis derechos”-“Tiene un contrato de alta dirección”-“No, cuando ingresé hace quince años firme un contrato laboral normal y al nombrarme Director General, sencillamente se mantuvo. Creo que esto me beneficia”.-“No es tan fácil. ¿Es usted el Director General único de la sociedad? ¿Tiene poderes notariales que le permiten tomar decisiones para operaciones importantes, como compras o ventas de activos, contratación de personal, tomar préstamos…?.-“Si”, contesto Alberto, temiéndose lo peor.-“Pues su contrato aunque nominalmente sea normal, podría ser considerado en la practica como de alta dirección. Hay sentencias en este sentido. Y como sabe la indemnización de 45 días por año, pasaría a ser de 7 días por año”. -“La empresa no ha planteado eso” cortó el tema Alberto que empezaba a pensar que había sido un error acudir a aquella consulta.-“Pues ya tiene conseguido lo mas importante”-“No, lo mas importante se lo voy a contar ahora”.
Alberto enumeró todas sus pretensiones de forma concisa pero con todos los datos. Quería una indemnización complementaria de 250.000 euros, además de la que legalmente le correspondía, que el plan de acciones que tenia en vigor se mantuviera con aportaciones idénticas a las del último año, por 5 años más, que la póliza de jubilación siguiera siendo dotada hasta que cumpliera los 65 años. Obvió sus peticiones de ser miembro del Consejo de Administración y de disponer de un despacho por entender que no tenían relevancia legal.
-“Señor Kent, le deseo que pueda usted conseguir todas esas cosas. Lo único que puedo decirle es que si usted obtiene un euro mas de la indemnización legal por despido improcedente, va a tributar como renta personal en el impuesto sobre la renta de las personas físicas”.
-“Es decir que mis únicos derechos después de quince años en la Compañía como Director General me los han conseguido los sindicatos”.-“Si usted quiere considerarlo así… ¿Hay alguna razón por el que la empresa pudiera considerar su despido procedente?-“Ninguna en absoluto” contesto rotundo Alberto.-“Pues eso y el contrato laboral normal son los dos puntos básicos en su negociación. Lo importante es que la empresa plantee que el despido es improcedente”.-“Creo que usted no me ha entendido. Eso lo doy por hecho. Lo que quiero saber es si en los temas del plan de acciones y de la póliza de jubilación hay algún aspecto legislativo o de jurisprudencia que me pueda ayudar”. -“Podemos analizar esos dos aspectos con más detalle. Ha habido recientemente una sentencia del Supremo sobre consolidación de derechos adquiridos en caso de despido improcedente que puede ayudarnos. Voy a estudiarla y me pondré en contacto con usted. Por su parte no firme ningún papel sin enviármelo antes”.
Alberto salió con sensación de desánimo. La conversación no había sido muy positiva. El abogado se refería exclusivamente a sus derechos legales y efectivamente, según sus palabras, hasta debía estar agradecido de que estuviesen dispuestos a pagarle la indemnización laboral normal y no la de alta dirección. Tenía la impresión de que al abogado laboralista, en el fondo, le parecía que ya era bastante compensación lo que estaba recibiendo, y que en su vida no había tenido nunca ningún cliente que hubiera sacado tanto dinero como indemnización. De vuelta a la oficina, tomo un sándwich y una coca cola en su despacho, intentando distraerse consultando paginas de Internet de viajes. Las posibilidades fuera de temporada eran increíbles. Sonia le saco de su entretenimiento. -“Te esperan en el Comité”.
Llegó tarde al Comité por primera vez en los últimos diez años. Él que había hecho de la puntualidad uno de los principios básicos de gestión de su equipo. Había llegado a la conclusión de que los países o las regiones y porque no las compañías que conseguían mayor progreso eran aquellos en que la precisión formaba parte de su mas intrínseco genoma. Y la puntualidad es un elemento básico de la precisión. Pasó toda la tarde presidiendo el Comité de Dirección de la Compañía que agrupaba a los principales directivos y en el que se revisaba mes a mes la evolución de todos parámetros de gestión. Se reunía en la denominada “Sala Petit” haciendo un paralelismo con la sala de la casa matriz, aunque Juan Ortega, el Director de Informática, irunés de toda la vida, mantenía que se llamaba así en honor de René Petit, jugador legendario del Real Unión. También sus componentes guardaban similitud con la estructura de la casa matriz. Formaban parte los directores de las áreas producción, comercial, informática, financiero y recursos humanos.
Aunque procuró evitarlo, su mente estaba intentando imaginarse como seria su nueva vida dentro de muy poco tiempo. Su vida actual era relativamente fácil de resumir. Salía al extranjero dos veces al mes y cuando estaba en España acudía a la oficina a las ocho de la mañana y la dejaba a las ocho de la tarde, y salvo que tuviera comida de negocios, se tomaba un sándwich en el propio despacho. Esto de lunes a viernes, los fines de semana si no viajaban, los sábados jugaba al golf y los domingos estaba en casa y ocupaba una buena parte del día leyendo papeles de trabajo
Jorge Pina, el Director Financiero, acababa de terminar su informe y Alberto volvió a la realidad. Oyó a Roland hacer un comentario favorable y él se limito a decir: “Estoy de acuerdo”. La reunión siguió monótona y Alberto volvió a ensimismarse en sus pensamientos.
¿Qué sabia Roland de todo aquello? Seguramente estaba al cabo de la calle. Desde hacia dos años su contacto con Peter en Zurich había sido permanente. Debía estar contento ahora que había ganado la partida y le había llegado su oportunidad. ¿Cómo había sido tan tonto para no ver lo que estaba pasando? Sintió una oleada de odio ante la persona que tenia enfrente. De pronto le pareció irrespirable el aire de la sala y salió diciendo:
-“Continuad sin mí”.
Volvió cuando calculó que la reunión estaba terminando e hizo un comentario global favorable sobre la evolución de la Compañía. A la salida Jorge Pina fue al despacho de Roland y le pregunto:
-“¿Le pasa algo a Alberto?
“Yo no he notado nada, pero pregúntale a él. Tal vez este un poco cansado”, repuso Roland. Jorge, dudó un momento, pero al fin se dirigió al despacho de Alberto.
Hacia 5 años que estaba en la Compañía y aunque últimamente trabajaba más tiempo con Roland para preparar el famoso reporting a Zurich, no olvidaba que el que le había seleccionado y contratado era Alberto. Tocó en la puerta y pasó:
-“¿Tienes un minuto? Me gustaría preguntarte algo”.
-“Por supuesto, pasa y siéntate”. Alberto volvió a colgar su abrigo que ya había cogido para marchase.
-“Alberto, llevamos muchos años juntos y se que a ti te pasa algo. Si es un problema personal, te ruego me disculpes y olvides mi pregunta, y salgo de este despacho corriendo, pero si es profesional creo que por la excelente relación que hemos tenido y por lo que nos conocemos, me gustaría saber si te puedo ayudar”.
Alberto se quedó unos segundos en silencio que a Jorge se le hicieron eternos. Después y sin contestarle se dirigió a la puerta y le dijo a Sonia:
-“Llama a todos los miembros del Comité de Dirección y que suban inmediatamente a mi despacho”.
-“A Roland ya no lo pillo porque le he visto salir hace unos minutos. Quieres que le llame al móvil”, respondió su secretaria.
-“No, avisa solo a los que estén”
Alberto volvió a su despacho donde Pina le aguardaba con inquietud, sin saber que iba a pasar y le dijo:
-“Tranquilo, Jorge. Debo daros una noticia, pero creo que es lógico que estéis todos”.
Afortunadamente, excepto Roland, todos los miembros del Comité subieron rápidamente, y se encontraban ya alrededor de la mesa de reunión del despacho de su Director General. Ya era de noche y los halógenos iluminaban con fuerza la mesa redonda de madera de raíz, dejando en penumbra a los asistentes. Alberto se incorporó ligeramente, con lo que todos pudieron ver su rostro serio, cuando empezó a hablar muy lentamente.
Materias: blog | 1 Comentario »
Una respuesta a “El desahucio del Rey del Mundo. Capítulo III. Informando al equipo.”
Comentarios
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enero 10th, 2011 a las 14:37
Gran mejoría.
Minucia: cierto que R. Petit jugó en la Real Unión de Irún, pero también lo hizo en el Real Madrid y como sus hinchas son susceptibles………….