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Soy Frank Black y acabo de nacer. Un cuento.
Por Francisco Betes | diciembre 8, 2011
Soy Frank Black y acabo de nacer. Normalmente los seres nacen pequeños e indefensos, pero ese no es mi caso. Yo noto una gran fuerza en mi interior que atrae a todos los cuerpos que están a mi alrededor. Los atraigo y los engullo a toda velocidad y me siento fuerte, invencible. Nunca pensé que la vida pudiera ser tan gratificante. Todos los cuerpos a la vista están a mi servicio. Yo extiendo mis poderosas fuerzas de atracción y vienen hacia mí y los fusiono con mi propio cuerpo que se concentra en un pequeño núcleo, cada vez más poderoso.
Miro a mi alrededor y veo que criaturas con millones de años de existencia, me miran, me sonríen y me temen. Sí, me temen porque saben que si se acercan a la zona de mi influencia, deberán rendirse y los devorare.
Mi zona de poder además no está estancada sino que se amplía con cada conquista.
Desprecio a todos los demás. No tengo iguales sino súbditos. Me halaga su miedo y su respeto. El proceso de engullir todo lo que encuentro cerca es vertiginoso y al mismo tiempo permanente en el tiempo. Llevo ya varios millones de ciclos, absorbiendo millones de cuerpos y me he situado en el centro de la galaxia, de forma que los seres que aún perviven son los que están en la periferia extrema.
El placer que me producía el poder omnímodo sobre todo lo que encontraba se ha matizado con el tiempo. Después de mil millones de ciclos estoy más calmado. Por cierto, para entendernos, un ciclo en mi galaxia esta medido respecto a un giro completo a mi alrededor y corresponde a unos 180 años terrestres. Me siento ya más tranquilo en mis ansias iniciales y además he de reconocer que ya no encuentro el mismo placer que antes en dominar a todos. La verdad es que echo de menos un ser igual a mí para poder hablar con él. Las opiniones de todos los que están a mi alrededor siempre considero que están viciadas por sus temores o por sus intereses de llevarse bien conmigo.
Recientemente un gran astro pasó por los límites de mi campo de influencia.
Por un momento pensé en hacer un esfuerzo y engullirlo, pero me dio pereza. Una vez que había decidido salvarle la vida, le pregunté.
-¿Quién eres? ¿No me tienes miedo?
-Me llamo Bob y no te tengo ningún miedo, me dijo. Sé que mi fin se producirá cuando tenga que producirse y ni tu ni yo podemos hacer nada.
-Como te atreves, le dije enfadado, a menospreciar mi poder.
-Tu poder no me da ninguna envidia. Yo soy un astro ya mayor, como ves estoy gordo y algo lento, y sé por otros colegas que un día es posible que me trasforme en un agujero negro, que es lo que tú eres.
Me pareció una falta de respeto que me llamara agujero negro y que dijera que él seria como yo y en un acceso de ira, le dije:
-Prepárate porque aquí acaba tu existencia, viejo repulsivo.
Pero durante toda esta conversación, el astro se había alejado de mi radio de poder y no pude apoderarme de él. Le oí a lo lejos que en medio de carcajadas, me decía:
-Frank Black eres un estúpido y el ser más infeliz del Universo
He de reconocer que aquella conversación me dejo impresionado. Han pasado desde entonces 2 millones de ciclos y efectivamente mi hastío sigue creciendo. He perdido la ilusión por todo y ansío poder encontrar nuevamente alguien con quien tener una relación de igual a igual. Cuando más aburrido estaba, he detectado un enorme choque que me ha hecho trastabillar. Investigando la causa de esa enorme fuerza, he descubierto en los límites de mi poder un ser igual que yo. Las ganas de absorberlo entero me invadieron, pero note que su fuerza era también enorme y que nos manteniamos ambos en equilibrio y a la expectativa.
-Quien eres, le pregunté
-Me llamo Alba Black y soy un inmenso agujero negro, más fuerte y más joven que tú.
-¿Como lo sabes?
-Porque Frank, te vengo observando hace mil millones de ciclos, y te conozco bien.
-Por joven que seas, Alba si quiero te puedo aniquilar
-Muy bien, fanfarrón, adelante.
Preparé todas mis fuerzas, me concentré y lancé un enorme ataque de absorción que me hizo engullir miles y miles de cuerpos celestes de todo mi contorno, pero Alba no cedió ni un centímetro.
-Lo has visto, Frank, soy al menos tan fuerte como tú. Yo también me he fortalecido con millones de astros inferiores y lo que deseo es charlar contigo de igual a igual.
-He de reconocer, le dije, que la relación contigo me llena de un placer que nunca había sentido. Por una vez, siento que hay alguien que me dirá la verdad. Bueno hubo un gran astro viejo que me dijo que el posiblemente se trasformaría en un ser absorbente como nosotros.
-Creo que es cierto. Todo forma parte de la evolución. Es muy posible que ese sea nuestro origen ¿Pero cual es nuestro final?
-Yo no lo sé , reconocí.
-Pues yo tengo una idea. Creo que tú y yo, podríamos unirnos.
-¿Unirnos?
-Sí, fusionarnos íntima y totalmente. Crear una sola realidad nueva.
La idea me pareció maravillosa. Podría engullirla con su consentimiento.
-Encantado, le dije, afloja un poco tus defensas y te hare mía.
-No has entendido nada, me dijo con cierto tono de impaciencia. Estas tan acostumbrado a mandar que has perdido la noción de colaborar. Se trata de que los dos a las vez, renunciemos a nuestras defensas y nos unamos en un plano de absoluta igualdad y sin ánimo de posesión del otro.
-Pero si nos unimos de esa forma tan extraña, ¿ que pasara después?
-No lo sé, pero creo, dijo Alba que no será malo para ninguno de los dos.
Empezamos ambos a reducir nuestras defensas controlando al mismo tiempo nuestra fuerza de atracción para evitar una fusión catastrófica. Llevamos el proceso muy controlado y en lugar de segundos duro muchos ciclos, hasta que nuestros núcleos quedaron a la vista del otro, totalmente desnudos y vulnerables. Hubo por parte de ambos un momento de duda, pero nos miramos y decidimos dar el paso de la fusión total. Por primera vez en nuestras vidas sentimos el placer de entregarnos sin reservas. Y entonces se produjo una gran explosión. De nuestros núcleos fusionados, volvieron a surgir los millones y millones de cuerpos que en nuestras largas vidas de miles de millones de ciclos habíamos aniquilado y se expandieron alegres por el espacio infinito.
El momento en que nuestros núcleos se fusionaron fue el momento más feliz de mi vida y para mi sorpresa no me importó y estoy seguro que a Alba tampoco que nuestra existencia acabara dando vida y futuro a tantos seres. Creo que comprendí, que el placer de dar aunque dure un segundo, puede ser mejor que el placer de quitar durante miles de millones de años.
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