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El desahucio del rey del mundo.Capitulo XXIII. No hay meta.
Por Francisco Betes | mayo 28, 2011
Capitulo XXIII
No hay meta
Faltaban pocas semanas para Navidades y el día estaba frío, pero Alberto sentía un tremendo calor dentro de su chándal cuando iniciaba la tercera vuelta a su circuito habitual de footing. Había hecho grandes progresos en los últimos 12 meses, pero hoy se había puesto una prueba particular. Tendría que hacer tres veces el recorrido habitual, para completar los 10 kilómetros de entrenamiento para la carrera de San Silvestre Vallecana a la que se había apuntado con sus hijos.
Hacía poco más de un año que se había decidido a entrar en un gimnasio al lado de su casa. El dueño del gimnasio le había entendido enseguida. “Tú no puedes participar en los grupos, necesitas una preparación personal”. Así que a partir de ese momento acudía dos veces por semana al gimnasio y corría en tandas de tres kilómetros, tres días por semana. Había mejorado sensiblemente su forma física.
Al principio fue muy duro. La primera vez que salió no aguantaba más de dos minutos corriendo. Pero Federico, el dueño del gimnasio le tranquilizaba para que fuera poco a poco. Corre lo que puedas y a continuación anda a paso vivo para descansar. Su satisfacción fue enorme cuando consiguió por primera vez mantener el ritmo de carrera durante todo el mini circuito que se había preparado en la zona arbolada cerca de su casa, sin recurrir a andar para descansar. La verdad es que a su edad y con el poco ejercicio que había hecho, le costó mucho iniciarse. Recordaba los momentos en los que pensaba en que ya no podía más y como los superaba. Se inventó algunas reglas. La primera era pensar en otra cosa. Si estaba distraído conseguía olvidarse de la sensación de impotencia ante el esfuerzo. Lo que debía evitar siempre era la idea de tener que llegar hasta un punto cualquiera. No podía pensar en lo que le quedaba por correr o inmediatamente se sentía desfallecer. Eso le desfondaba, no podía dar un paso más.
Hoy con el recorrido triple que se había impuesto, estaba agotado. Recurrió a otro de sus trucos. Cambiando la posición de los pulgares entre los dedos índice y anular simulaba que cambiaba de marcha para ir un poco más despacio durante unos segundos, cambiando nuevamente a continuación. Miró hacia el suelo y vio aparecer sus zapatillas de deporte, una primero, otra después. El esfuerzo se hacía insoportable. Su mente huyó a pensar en otras cosas.
Realmente había conseguido llegar a un nuevo equilibrio. Tenía una actividad profesional muy cómoda, pero que le daba unos ingresos interesantes y un complemento de actividad básico para conseguir que el tiempo libre mereciera la pena. “Es absurdo pero no se aprecian las vacaciones si no se trabaja”, reflexionaba mientras la luz tenue de un sol invernal atravesaba con dificultad las frondosas copas de los árboles. Consiguió terminar la subida y emprendió el último tramo de su recorrido, en cuesta abajo, con un gran alivio.
La carrera de San Silvestre Vallecana es todo un espectáculo. Más de 20.000 personas se reúnen el último día del año para correrla. Sale de la Plaza de los Delfines o de los aledaños del Estadio Bernabéu en Madrid y a continuación miles de camisetas iguales parecen llenar como una gran ola la calle de Serrano. Los corredores se ordenan en función de sus tiempos comprobados. Alberto, Marty y Luis se colocaron al final para no estar presionados. Los corredores corren con un chip en la zapatilla que se conecta en el momento en que pasan por la salida. Alberto salió 15 minutos después de la hora prevista, lo que tardaron en pasar todos los corredores que tenía delante. Se sorprendió mucho al ver que detrás tenía otro mar de camisetas corriendo a su vez. Después del primer kilómetro Luis dijo
-“Mira vais demasiado despacio”
Y aceleró el ritmo dejándoles rápidamente atrás. Marty, sin embargo, le siguió acompañando. Para Alberto cada kilómetro era un éxito. Estaban marcados con unos enormes globos y se acercaba a ellos como si fuera la meta final levantando los dedos en señal de victoria. La visión de la ciudad sin coches y corriendo por la mitad de las calles es toda una experiencia. Los espectadores que animan permanente a los corredores, los niños que saludan y la enorme diversidad de corredores, muchos de ellos disfrazados, hacen que la carrera sea mucho menos dura porque distrae a los corredores de forma permanente. Alberto pasó con tranquilidad los cinco primeros kilómetros pero estaba preocupado, porque a partir del séptimo le habían avisado que se iniciaban las rampas.
Llego al kilómetro siete y empezaron las cuestas arriba y, sin embargo, no fueron tan fuertes. Él estaba acostumbrado en su recorrido a subir, con lo cual bajando el ritmo consiguió pasar los primeros repechos con cierta tranquilidad. Sin embargo, hubo un momento en que pensó en que no lo podría conseguir. El agotamiento era tremendo y empezó a sentir un cierto agarrotamiento en las piernas. Tal vez fuera el frió. Había hecho la tontería de acudir con pantalón corto y sin guantes, y las manos y las piernas se le estaban quedando heladas a pesar de que su cabeza estaba perlada de sudor. Su hija le acompañaba y le animaba.
-“Vamos papá, lo vas a conseguir. Estoy segura de que lo vas a conseguir”.
Alberto tuvo miedo. Pensó: como me falle el corazón va a ser una entrada apoteósica. Y, sin embargo, siguió corriendo. Un pie, otro pie. Un paso, otro paso. Tenía que llegar, tenía que conseguir ese reto. De pronto su vida había cambiado, sus retos profesionales habían cambiado por otro tipo de retos personales que se marcaba y uno de ellos era terminar la carrera. Así que sacó fuerzas de donde el mismo no sabía e incluso mejoro el ritmo. Vio anunciado el kilómetro nueve, solo quedaba uno para llegar. Le dijo a su hija:
-“Ya no queda nada para llegar podemos ir a tope”.
Y curiosamente empezó a adelantar corredores que en ese momento se estaban quedando en el último repecho. Entró en la última recta, vio la llegada al fondo, a poco más de 300 metros. Se sintió desfallecer, pensó que no llegaría. Pero fijó su mirada en la palabra meta y haciendo un tremendo esfuerzo terminó la carrera.
Su hija Marty gritó:
-”Enhorabuena papá, lo hemos conseguido. Una hora y diez minutos”.
Alberto entró en meta saludando alzando los brazos con el símbolo de la uve en las dos manos. Él había ganado su carrera. Se había demostrado a sí mismo una vez más que podía conseguir las metas que se propusiera. Luis que le esperaba en la meta, se abrazó a él para felicitarle diciéndole:
-”Has conseguido un ritmo de nueve kilómetros por hora, eres un fenómeno”.
Cuando después de recoger la ropa de abrigo se sentaron en el coche Alberto sintió un gran cansancio y una enorme felicidad.
En casa después de un baño relajante, la celebración de la cena de fin de año con Marta y sus tres hijos fue muy alegre. Asistió también por primera vez Eva, la mujer de Jacinto que se había casado unos meses atrás. Después de las uvas, Jacinto anunció, mirando a Eva, con admiración que esperaban un niño para el mes de junio. Alberto y Marta iban a ser abuelos. Se besaron todos mientras los brindis con champán se repetían. Marty aprovechó para confirmar, lo que todos sabían, que llevaba un tiempo saliendo con un compañero de carrera y que iba en serio.
Marta se volvió a Alberto y le dijo:
-“Nos van a llenar la casa de niños. Que felicidad”.
Sobre la una les dejaron solos. Marta se fue hacia el dormitorio, agotada.
Alberto se dirigió a su pequeño despacho, y abrió el ordenador.
Necesitaba contar su duelo, pero aún más importante necesitaba contar que ya lo había superado, que la vida era bella y que hay que poner mucha atención para que no se nos escape sin vivirla.
En una impoluta página Word escribió:
El desahucio del Rey del mundo
Capitulo primero
El hombre se levantó lentamente de su sillón de cuero y dando vuelta a la mesa de su despacho se acercó a un gran ventanal…
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6 Respuestas a “El desahucio del rey del mundo.Capitulo XXIII. No hay meta.”
Comentarios
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mayo 28th, 2011 a las 20:20
Lo consegui.
El ultimo capitulo.
A los criticos de la forma, les aseguro que la voy a releer entera y que pedire a Alejandro Daroca que me haga de corrector de pruebas.
Tambien la releere para intentar dar mas continuidad a los distintos capitulos.
Pero desde ya soy un autor a la busqueda de editor.
Alguien me da un contacto?
Gracias a todos por vuestra ayuda.
Sinceramente creo que no podria haber terminado sin vosotros.
Un abrazo a todos,
Francisco betes.
mayo 29th, 2011 a las 18:40
¡¡¡ENHORABUENA…..!!!, querido Paco.
Con tu tesón habitual, y con la ilusión que has puesto en el empeño, has conseguido terminar brillantemente tu primera novela.
Las siguientes ya son «pan comido» y esperamos con ansiedad su aparición en tu página webb.
El año que viene seguro que «EL DESHAUCIO DEL REY DEL MUNDO» va a arrasar en la Feria del Libro de El Retiro.
mayo 30th, 2011 a las 12:30
Estupendo Paco.
Me ha encantado el texto. Siempre hacía un paréntesis para leer cuando nos has enviado cada capítulo.
Suerte con lo de encontrar editor.
Cuando se publique, el reto siguiente es conseguir que se lleve al cine. He leído los capítulos visualizando sus posibles imágenes en película.
Un abrazo,
Paco Norte.
mayo 30th, 2011 a las 16:48
Paco, creo que fue una gran suerte haberte conocido hace ya 6 años por lo que has aportado a muchos como yo en esta etapa de nuestras vidas. Ahora acabo de descubrir algo mucho más profundo al entenderte reflejado en muchos de los episodios de esta novela. Epero poder seguir compartiendo tu amistad y tus sentimientos. Un fuerte abrazo
mayo 30th, 2011 a las 19:39
¡Enhorabuena Paco!, le doy mucho mérito a lo que has hecho. Seguro que es todo un éxito, aunque ya lo es el haber conseguido terminar tu novela.
Además, es un auténtico strip tease del alma que, como dice Lorenzo, nos sirve para conocerte mejor y apreciarte más.
Un fuerte abrazo y a por la segunda parte que podrías llamar «el desahuciado se queda con el Banco».
mayo 31st, 2011 a las 21:31
Paco yo conozco a un editor al que le podria interesar el tema y ademas te serviria para que el te dijese el interes editorial que pudiese tener. Si quieres que lo gestione dime algo. Felicidades.