El desahucio del Rey del Mundo
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El desahucio del rey del mundo. Capitulo XXII. La muerte es parte de la vida.

Por Francisco Betes | mayo 28, 2011

Capitulo XXII

La muerte es parte de la vida

La habitación estaba en penumbra. Se quedó parado nada más traspasar la puerta. Notó que alguien le empujaba suavemente en la espalda y fue muy despacio acercándose a la cama. Desde el otro lado una mujer a la que conocía bien, aunque hacía tiempo que no veía, esbozó una sonrisa tenue que se evaporó en su cara dominada por unos ojos que trasmitían una tristeza infinita.

-“Quería verte aunque en este momento se ha quedado dormido”.

En el lecho con uno de esos terribles tubos que le penetraban por la nariz, yacía su amigo Jesús.

Hacía poco más de seis meses que Jesús le había invitado a cenar en su casa.
-“¿Por qué en tu casa? No seas agarrado e invítame en un restaurante.
-“No, de verdad, prefiero en casa estoy de rodriguez y podremos charlar más tranquilamente.

Hacía poco tiempo que habían regresado del viaje a Sudáfrica y su amistad se había estrechado aún más. La familia estaba pasando unos días fuera y Jesús había ido a Madrid a recoger unos análisis de un chequeo. Le llevo una botella de Baileys, una bebida que le gustaba mucho, aunque Alberto siempre la considero horrible. La cena fue deliciosa, alabó el punto magnifico de la dorada a la sal y el acierto de la botella de vino blanco de Belondrade Lurton. Cuando se sentaron en el salón con sus respectivas copas, Jesús le pidió permiso para fumarse un puro.
– Estas en tu casa
-“Hacia tiempo que no fumaba pero hoy puede ser una buena ocasión”, dijo sonriendo Jesús,como si se excusara. No tuvo necesidad de preguntar, porque a continuación le dijo:
-“Hoy me han confirmado el diagnostico. Tengo cáncer de páncreas.”
Alberto no supo cómo reaccionar. Balbuceo argumentos sobre las posibilidades de curación, los avances de la medicina, la importancia de luchar…
-“No me engaño, dijo Jesús con una sorprendente tranquilidad, me han dado entre tres y seis meses de vida. María y mis hijos no lo saben todavía y no sé muy bien como decírselo. Quiero que me ayudes a prepararlo todo. Económicamente, sus ingresos se van a reducir. Afortunadamente mis dos hijos mayores ya están independizados, pero aún le quedaran dos en casa al menos durante 4 o 5 años más. Te voy a nombrar albacea y quiero que ayudes a María a salir adelante. Mis hijos no me preocupan porque ya tienen su vida, pero ella se quedara muy sola. Quiero que en estos meses salgamos varias veces a cenar en pareja. Me gustaría que la amistad con Marta se consolidara porque va a necesitar una buena amiga. Cuando yo no este procurad sacarla. Ella se resistirá pero debéis insistir. Proponedle planes de visitas a museos de pintura moderna o a zonas de románico. Eso a ella le gusta mucho. Tal vez podríais inscribirla con Marta en algún cursillo de arte. Los chicos ya son mayores pero voy a decirles que recurran a ti si necesitan cualquier consejo. Quiero que te comprometas conmigo a que harás todo esto. Quiero que me jures que lo harás”
Su voz que había estado controlada en su largo discurso pareció quebrarse al hacerle esta suplica. Alberto, embargado por la sorpresa, la emoción y el dolor acertó a decir que lo juraba por lo más sagrado. Su amigo pareció relajarse y continuó hablando.
-”Nunca piensas que esto te puede pasar y es estúpido porque nos pasara a todos. Vivimos como si no fuéramos a morir y cuando nos llega nos sorprende. Cuando te lo dicen, insistes como si fuera imposible y cuando te convences de que llegó tu hora… después de la primera conmoción, que te produce un dolor casi físico en el vientre, he pasado a un estado de aceptación que a mí mismo me sorprende. Bueno he de reconocer que me he tomado un par de pastillas de un ansiolítico y yo no tengo costumbre. Siento que mi ciclo vital ha terminado y si consigo comprender la lógica de la vida y hacerla comprender a mis seres más próximos, debería evitar mucho dolor. Mañana se lo diré a María. Ella sabe que venía a recoger los resultados del chequeo y que llevo unos meses con molestias, pero nada más. Ayúdame amigo mío, a prepararlo porque me horroriza ese momento y sé que si no lo hago bien le voy a causar mucho más dolor del mínimo imprescindible”.

Alberto, intentaba controlar sus emociones para poder ayudar a su amigo, pero no se le ocurría nada. Solo acertaba a farfullar:
-Jesús, cuanto lo siento. Sí, claro que te ayudare en todo lo que pueda. Cuenta conmigo para lo que sea.
-“Gracias, amigo mío,- dijo Jesús dando un sentido profundo a la amistad que mantenían- Recuerdo que cuando hicimos juntos el Camino de Santiago me preguntaste que sentido tenía todo, que cual era el proyecto que permitía ilusionarse en la nueva etapa que tú iniciabas y que yo ya había transitado durante un par de años. Hoy creo que lo que da sentido a la vida es vivir, es levantarse cada mañana y ver el sol, es apreciar como el viento mueve las hojas de los árboles mientras lo sientes acariciando tu cara, es apreciar un buen vino y excederte un poco, es hacer el amor en la fusión entre el cariño y el placer, es viajar y ver gente muy distinta que te enseña otras facetas de su vida, es sentir el egoísta placer de ayudar a alguien, es fijarte retos y conseguirlos con tu esfuerzo, es dejarte llevar por la admiración y permitirte acariciar disimuladamente la obra de arte en el museo, es querer y ser querido, es sobre todo sentirte a gusto contigo mismo…”

Jesús hizo una pausa bebió un sorbo de su copa de aquel licor dulzón, aspiró el humo del puro con suavidad y continuó:
-“Y tú me preguntaras que pasa cuando ese proyecto de vida se ve truncado de pronto por una enfermedad traicionera que acabara con todo. Pues yo hoy quiero pensar que no pasa nada, que la naturaleza tiene la razón y la sabiduría supremas y sabe que los ciclos hay que cerrarlos, aunque en este caso nunca veamos el momento”
Jesús se calló y se hizo un silencio calmado. Alberto no sabía que decir, salvo asegurar a su amigo que contara con él para todo lo que necesitara sin reservas, y que su filosofía de vida y de cambio, le parecía propia de un gran ser humano, y que le envidiaba su personalidad, su claridad de ideas y su entereza.
-“Una cosa que quiero que te ocupes es de sustituirme en la ONG AYUDATE, de la que te hablé. Si estas de acuerdo lo hablaré con ellos. Es una labor muy bonita y muy útil y me da tristeza dejarla a medias. Seria para mi importante que aceptaras.”
-“Por supuesto que estaré a su disposición”
-“Te pido un poco más. Que lideres la organización tanto en la administración interna como en la búsqueda de ayudas y donativos y subvenciones. Es una labor dura, salvo que la hagas con gusto.”
-“Te prometo que me ocuparé de todos los temas que tu haces ahora. Como te dije el tema de la acogida de los inmigrantes es una preocupación que me es próxima. Trabajar para AYUDATE, será un placer.”
-“Quiero pedirte algo más,- dijo Jesús entregándole dos sobres,- contienen dos cosas que he escrito esta tarde mientras te esperaba. El marcado con 1 es para ti léelo y puedes hacer con él lo que quieras, el marcado con 2 está cerrado y quiero que se lo leas a María cuando me llegue el último momento. Voy a decírselo a ella también y quiero que me jures que así lo harás”
-“Te lo juro”, dijo Alberto con un nudo en la garganta.

Terminaron muy tarde esa noche. Por momentos consiguieron hablar de recuerdos comunes y reírse sin reservas, olvidando el dolor y la amargura. La actitud de Jesús en todo momento fue de aceptación y renuncia, aunque hacia el final cuando el alcohol embotaba sus sentidos no pudo evitar su queja.
– “Por Dios bendito, porque a mí, porque tan joven, no quiero morir, no quiero morir…”
Repitió una y mil veces su miedo y su dolor mientras lloraba desgarrado y Alberto le abrazaba con firmeza. Luego se serenó.
-“Menudo espectáculo te he dado. Llévame a la cama que quiero dormir muy profundo antes de tener que contárselo todo a María mañana”
Pero no se fue y estuvieron aún mucho rato. Y de nuevo Jesús habló de su vida y de lo feliz que había sido, con tranquilidad y sin rencor a aquella muerte traicionera. Volvió a repetir muy convencido que la muerte es solo la forma natural de trasformar la vida.
-“No puede haber una vida sin límite, ¿te imaginas lo que seria? No habría evolución, ni desarrollo, ni avance ni retroceso. Tengo que exprimir esa idea de transformación natural para prepararme bien y al mismo tiempo evitar que los seres que más quiero sufran. Y tú tienes que ayudarme.”
Sin dejar hablar a Alberto, prosiguió:
-“Recuerdo que cuando murió mi padre tuve la intensa percepción de que algo suyo debía trascender a la muerte y creo que algo hay después, algo distinto pero no necesariamente peor”
Las últimas palabras fueron casi ininteligibles vencido por el cansancio y el alcohol.
-“Y tu vete en taxi a casa que con lo que has bebido si conduces te vas para el otro mundo antes que yo” le dijo cuando ya estaba en su cama y antes de caer dormido.
Mientras caminaba por la calle, Alberto sentía un enorme vacío y a ratos no podía reprimir un sollozo. Poco a poco se fue serenando y recordando con mayor viveza los momentos de entereza y aceptación que iluminaban la imagen de su buen amigo que ya sabía cuándo iba a morir. Se propuso dedicarse totalmente a ayudarle en el difícil periodo que se le avecinaba. Le pareció que aquella vivencia tan intensa debía servirle a él para entender también que la muerte, la suya, debería ser algo natural y aceptado. De vuelta a casa, a pesar de estar casi amaneciendo, Alberto se recluyó en su despacho y leyó el sobre número 1.

¡Y DESPUÉS!

Tengo un miedo sobrecogedor. A mí alrededor todo es oscuridad insondable. Mis pensamientos como palabras inarticuladas rebotan en algo que parece ser una bóveda muy alta. Tal vez serán mis ideas rebotando en la bóveda de mí cráneo.

Hace frío. No muy intenso. Ese frío que nos hace tiritar porque nos falta ropa. Tirita mi cuerpo y está cubierto por una tela fina, como de bata de hospital. Miro en la oscuridad y no veo nada. Intento escuchar pero no hay ruido. Solo suena el silencio aterrador. Fuerzo la vista. Creo haber visto una tenue luz, arriba muy alto. Es como si estuviera en medio de una catedral cerrada y hubiese un rosetón de alabastro sobre el que en plena noche se hubiera posado la tenue luz de una estrella. Muevo mis brazos pero no siento nada alrededor. No me atrevo a sentarme y encojo mis brazos rápidamente por temor a lo que pudiera tocar. Veo arriba que la luz tenue adquiere una fuerza algo mayor. Eso me anima. Si sigue así tal vez pueda ver algo más. Siento un fuerte dolor en el costado. Intenso, punzante, como de víscera corroída. Es corto y no deja huella. El frío se hace más intenso pero la luz está más clara. Intento ver alrededor pero no puedo. La luz es más intensa pero no ilumina la estancia. Es un rayo que solo viene hacia mí. Noto que me llega. La luz ha tirado ligeramente de mí. El miedo vuelve a acrecentarse. Me muevo de espaldas para alejarme del haz de luz pero este se hace más intenso y noto ya con claridad que tira de mí.

Me muevo en la oscuridad y mi mano se aferra a algo. La luz es agradable pero quiere sacarme de donde estoy y me da miedo. La atracción se hace más fuerte, resisto con mis manos asiendo un punto de apoyo. La luz se hace tan intensa que no puedo mirarla, aunque deja sin ver nada alrededor y resisto su fuerza haciendo un esfuerzo supremo. De pronto la luz cesa y me encuentro de nuevo solo, de pie, en este espacio frío y oscuro.

No sé cuánto tiempo ha pasado. Tal vez estuve dormido unos segundos, unas horas… Tal vez menos porque me encuentro descalzo. Intento salir. Me muevo con más soltura pero mis manos no encuentran nada. Ni siquiera el punto de apoyo.

De pronto en medio de la oscuridad vuelvo a ver la luz tenue. Sé que el proceso va a comenzar de nuevo y aterrorizado busco apoyo para resistir. No lo encuentro. Casi no puedo respirar del horror de la certeza de que esta vez no podré resistir. La luz se hace intensísima a una gran velocidad y me arrastra. Me dejo caer. Intento aferrarme a suelo pero me doy cuenta que no tengo nada bajo los pies.

Con una fuerza irresistible la luz me atrae. El vértigo me domina. Ahora la luz no está arriba, sino abajo y caigo al vacío.

Es como si me hubiera arrojado desde un avión a gran altura. El horror me impide respirar. La caída dura y dura, y empiezo a sentir que mi velocidad no aumenta. Se ha estabilizado. Voy muy deprisa pero empiezo a tener la impresión de poder controlar el impacto. La luz brillante empieza a hacerse más cálida y ya no tengo frío. Ahora sé que ya no me darán más dolores en el costado.

Como si hubiera caído por una enorme cascada, llego a un gran espacio cálido y acogedor.

Sé que hay muchas otras personas allí. No las veo pero sé que están. Intuyo que están bien. No hay frío, ni dolor.

Intento ver pero no veo. Todos mis sentidos han sido reemplazados por uno nuevo. Es como una intuición permanente de la realidad, un presentimiento cierto.

Surge dentro de mí una certeza. He muerto y no me importa. Ya no tengo miedo.

Oigo una voz melodiosa que me da la bienvenida. De hecho no la oigo, no es una voz, no emplea palabras, pero yo sé lo que me dice. Estoy con muchos otros seres en un espacio destinado a recibir a los recién llegados. Y entonces, siento que somos muchos, muchísimos, tal vez millones los que estamos allí. Eso me llena de un gozo inmenso. Noto muy cerca todos esos seres que están perdiendo el miedo.

Sé que no es importante lo que hayamos hecho en nuestra existencia anterior. Eso me sorprende y me desagrada. Lo único importante ahora es como aceptamos la ternura que estamos recibiendo.

Noto que mi rechazo a la idea de que lo que haya hecho da igual, ha producido automáticamente en mí el distanciamiento de los demás. La sensación de plenitud que me producía la idea de comunidad con aquellos millones de seres se ha visto en cierto modo socavada.

La voz que sé, pero no oigo, dice que restos de egoísmo me distancian de la felicidad. Digo yo “pero es injusto, vale igual un hombre bueno que un asesino”. De pronto sé que ante la misericordia infinita, solo puedo responder con total generosidad. Sigo sin estar convencido y me noto un poco más lejos del grupo.

Sé que estoy en un espacio distinto y que a mí alrededor hay seres como yo. No siento la comunidad de pertenencia que tuve al principio, pero soy feliz, aunque me gustaría volver a donde estaba. Puedo hablar con la voz siempre que quiero y le he preguntado muchas cosas. He aprendido también a comunicarme con mis semejantes. Estaremos aquí hasta que aceptemos a los demás con total generosidad. La idea de justicia es una noción humana no divina.

He preguntado cuanto tiempo debo pasar aquí, y la voz con paciencia me ha explicado que el tiempo no existe, que en el momento en el que esté preparado daré yo solo el paso y será dentro de un momento o en miles de siglos. Da igual porque aquí todo es presente.

Noto que estoy en un estado de mayor comunión con los demás. He querido confirmarlo y la voz me dice que cada uno está donde siente que está. He entendido también que ante la misericordia infinita nuestra culpa no existe pero que los han tenido vidas dominadas por el egoísmo, tienen más dificultad para adoptarse a la comunión de ternura y la rechazan por su individualismo exacerbado.

Por el contrario los hombres que han renunciado a sí mismos van rápidamente a estados de comunión más completa.

He preguntado cuando veré a Dios y sé que cuando lo vea me daré cuenta que siempre lo he estado viendo.

A veces en contraste con otros seres de la comunidad nos surgen preguntas y en ese momento la voz se presenta para guiarnos.

Dios es Dios y ahora lo sé. ¿Pero cuál de todos los dioses es Dios? La voz dice que todos los dioses son Dios. Todos los hombres que hablan de un dios, hablan de Dios.

Pregunto a la voz si ella es Dios y entiendo que sí, que ella es Dios y algo se ilumina en mí y comprendo que yo también soy Dios.

Alberto no pudo evitar un sentimiento de admiración hacia su amigo, que el mismo día en que supo que iba a morir, había imaginado ya como seria su siguiente etapa. Se alegró de que las ideas vertidas en el papel pusieran de manifiesto su visión optimista del trance más duro en la vida, su final.

Ahora en el hospital, sujetando la mano desmayada de Jesús recordaba su relato y deseaba que su intuición fuera cierta y que en aquellos momentos estuviera viajando hacia su luz incandescente. Llevaba una hora junto al lecho, cuando Jesús abrió los ojos, y dijo “Abrid las cortinas que entre el sol”. Movió los ojos reconociendo a Alberto, se volvió a su mujer y dijo: “Él te ayudara” para volver a caer en un reposo sedado hasta que le abandonó la vida unas horas después.

Alberto abandonó la habitación y espero largo rato. Como María no salía, volvió a entrar con la sensación incomoda de interrumpir la intimidad familiar y le dijo:
-”Tengo el encargo de Jesús de darte esto ahora”
-“¿Qué es?” Pregunto entre sollozos callados María.
-“Me dijo que es un poema para ti”
-“Léelo en voz alta, que lo oigan nuestros hijos” Alberto abrió el sobre y haciendo un esfuerzo para controlar su voz leyó:

CUANDO LLEGUE LA MUERTE
ME ENCONTRARA TRANQUILO.
Jesús Plaza Anido
15.7.2011

Cuando llegue la muerte
Me encontrará tranquilo
Las culpas y el dolor habrán pasado
Y una gran paz inundara mi espíritu.

Mi amorosa conciencia relajada
En su amable trabajo comprensivo
Repasara conmigo cada paso
Para darme la paz que necesito.

Hablare con mi Dios, mi alter-ego
Recordando nuestras charlas del pasado
Le diré todas las cosas que Él ya sabe
Y pediré su perdón y su cobijo.

Reviviré los momentos más bonitos
En los que pude dar paz y alegría
A las personas que me acompañaban
Y a los que tan cerca yo tenía.

Veré la luz del sol por un momento
Un tibio aire acariciara mi cara
Y me inundara el sentido de la vida
De la que con gran placer yo disfrutara.

Y cuando el repaso este cumplido
Cuando yo consiga el equilibrio
Pediré a gritos que me inyecten
La droga de la paz y del olvido.

Miraré los ojos lacrimosos
De la persona que a mi lado vele
Y le diré para su consuelo
Que la muerte me encontrará tranquilo.

Alberto conteniendo a duras penas sus lágrimas, consiguió terminar de leer y entrego el papel a María. La abrazo, y luego a cada uno de sus hijos y salió de la sala para dejarles la intimidad de un ser querido que había sido excepcional en el auténtico momento de la verdad. Volvió a su casa a pie. Jesús le había enseñado muchas cosas pero tal vez la más importante es que la muerte no es sino un paso más del proceso que constituye la vida.

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Materias: blog | 2 Comentarios »

2 Respuestas a “El desahucio del rey del mundo. Capitulo XXII. La muerte es parte de la vida.”

  1. evaristo dice:
    mayo 30th, 2011 a las 13:10

    Impresionante

  2. Lázaro dice:
    mayo 31st, 2011 a las 21:26

    Bueno la verdad es que me he quedado impresionado. Tu tremanda espiritualidad es envidiable. Enhorabuena.

Comentarios

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