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Muertes de tráfico
Por Francisco Betes | octubre 3, 2007
¡10 muertos diarios es mucho!
Manuel conduce su sólido VolswagenPassat, por una carretera nacional no-autovía, mientras su mujer sentada a su lado observa distraída el paisaje y en el asiento de atrás se acurruca su hija Marta de 9 años dormida.
Acaban de comer, se dirigen al pueblo. Hace un día estupendo y Manuel se siente muy a gusto conduciendo por esta carretera que conoce tan bien, bajo los agradables efectos del vinillo de la comida. Quiere fumar un pitillo, pero no encuentra el paquete en el lateral. Su mujer se ha adormilado, así que no va a despertarla para pedírselo. Debe de estar en la guantera. Se inclina y durante unos segundos deja de ver la carretera. Se da cuenta de que el coche se le ha ido hacia el arcén. Instintivamente gira el volante al otro lado, al mismo tiempo que se incorpora y no puede evitar un choque frontal con un vehículo que viajaba en dirección contraria. Su mujer Maria fallece en el accidente, su hija Marta queda atada a una silla de ruedas de por vida, en el vehículo de enfrente fallece el conductor y Manuel después de 45 días de hospital sale a la calle para ingresar a los pocos días en un centro psiquiátrico del que lleva entrando y saliendo los últimos meses.
Este tremendo suceso, no es el producto de los asesinos de la carretera, como muy acertadamente calificaba recientemente el Director General de Trafico, a aquellos que conducen a 180 o 200 kilómetros por hora o lo hacen bebidos o drogados sin ningún control. Es sencillamente el relato de una “leve” distracción.
Historias como estas se ven varias todos los días en nuestras carreteras. Solo cuando conocemos personalmente a Manuel, a Maria y a Marta, nos impresiona la brutalidad del accidente. Mientras son seres abstractos no merecen ni siquiera una pequeña reseña en las paginas interiores de los periódicos.
Manuel en la tremenda lucha interior a la que se ve sometido, debe contestar a una pregunta imposible. ¿Fue un accidente o realmente maté con mi imprudencia a mi mujer y al conductor del coche contrario y desgracie toda la vida de mi hija?
La pregunta que debemos hacernos es si cabe hacer algo o es sencillamente un precio tremendo que debemos pagar.
En 2005 se redujeron las muertes en un 5 %. ¿Podemos estar tranquilos de que las cosas van mejor? Independientemente de que esta trayectoria en 2006 se esta rompiendo, yo sostengo que diez muertos y otros tantos heridos diarios son un precio no asumible por nuestra movilidad. Creo sinceramente que veinte vidas tronchadas cada día merecen una mayor dedicación y esfuerzo.
Para no pagar este precio, solamente un cambio de actitud personal y social en profundidad puede llevarnos a enderezar el rumbo. ¿Cómo es posible que en el mismo numero del periódico El País en el que se anuncian 99 muertos en la carretera en un fin de semana, aparezca en el interior, un anuncio a pagina entera y a todo color, en el cual el diario AS anuncia un avisador de radares con el lema “Evita las sanciones”? Cito textualmente: “Totalmente legal y fácil de instalar. Este aparato realiza un tratamiento de las listas de radares proporcionadas por diversas fuentes (DGT, AEA, CEA y fuentes propias) obteniendo de esta forma una base de datos que integrada en una aplicación especial y gracias al receptor y antena GPS incorporados, nos avisa en todo momento de la posible ubicación de dichos radares con un preaviso de 200 a 500 metros”. Es decir, que por 149 Euros usted puede conducir a la velocidad que le dé la gana y nunca será multado en España. La oferta esta avalada por un diario deportivo tan conocido como AS y publicado a pagina entera en un periódico de tanto prestigio como El País.
Es también necesario un cambio de actitud en la sociedad cuando oímos los anuncios que nos permiten recurrir las multas porque, como dice el eslogan de una de las casas, “sancionar no es recaudar”. Por lo tanto, por una pequeña cantidad podemos conseguir no pagar las multas.
Mirémonos nosotros mismos dentro del sector asegurador. ¿Es lógico que ofrezcamos productos como la retirada del carné de conducir que realmente compensa económicamente al interesado, cuando se le retira el carné lógicamente por una sanción muy grave de trafico? Y siguiendo el razonamiento ¿Están haciendo las compañías de seguros tan vinculadas al tema de la seguridad vial, esfuerzos suficientes para corregir este desatino? ¿Porqué las dos o tres compañías que hacen algo prefieren iniciativas individuales y no apoyan planes concertados más ambiciosos a través de la colaboración sectorial? ¿Por qué el Centro Zaragoza siempre ha contado con reticencias por todas partes? ¿Por que hay tan pocas iniciativas que, sin buscar réditos comerciales, propongan dedicar una mínima parte de los excelentes resultados obtenidos por el sector en el seguro del automóvil a promocionar, a todos los niveles de la sociedad, la seguridad vial, la comunicación a la opinión publica de este tremendo problema, la limpieza de todas las corruptelas que nos permitimos y en definitiva la toma de conciencia de la sociedad de que no puede asumir este precio?
Si por un momento nos dijeran que desde el próximo mes, en lugar de utilizar las carreteras españolas, todo el mundo viajara en tren, y que deberemos pagar el precio de un accidente ferroviario mensual en el que perecerán 300 personas y quedaran gravemente heridas otras 300, seguramente clamaríamos al cielo por la falta de seguridad y compromiso que tendría la RENFE por no evitar estos accidentes. Pero si además de eso, se ofreciera a los maquinistas un seguro para que no les costara el dinero cuando cometieran infracciones, y al mismo tiempo se les dotara en las cabinas de conducción de elementos que les permitieran eludir los controles de velocidad de forma que pudieran cometer cualquier tipo de impudencia sin que se les pillara, seguramente el escándalo seria inaceptable por la sociedad.
Necesitamos lanzar y financiar un proyecto amplio de seguridad que promueva la formación en los colegios y en las facultades; que “machaque” al conductor con mensajes permanentes de que la “inseguridad vial” es la regla en cuanto te pones al mando de una maquina que hiere y mata, como se comprueba muchas veces todos los días; que lance una reflexión sobre los automóviles sus características y la potencia que desarrollan, asociando a los fabricantes, para que tomen conciencia de su responsabilidad pues al igual que los fabricantes de armas son colaboradores necesarios de los crímenes que se cometen con ellas; que “azuce” a la Administración para que sea más eficiente, tanto en su labor de vigilancia y represión como en su obligación de mejora de las carreteras, las autovías tienen datos de siniestralidad hasta 4 veces inferiores a las carreteras convencionales,…
El sector conoce bien el problema. Cada año una riada de millones acompaña a esa procesión interminable de muertos y lisiados. Somos los mas indicados para liderar un proceso de concienciación de la sociedad basado en el principio de tolerancia cero con la imprudencia, con el exceso de velocidad, con el alcohol en la conducción, con las distracciones, con las conducciones temerarias, con los coches sobre potenciados, con los tramos peligrosos…
Lideremos un proceso en el que las normas se apliquen con rigor y con todo el peso de la Ley y con todo el asentimiento y beneplácito de la sociedad para evitar el ambiente del “todo vale si no te pillan, es mejor no meterse en líos, y al fin y al cabo no me paso nada”.
No mas suicidios, no mas homicidios, no mas accidentes.
Ahora preocupa tanto la responsabilidad social corporativa, que nuestros expertos en marketing llegan a buscar de una forma artificial metas tan curiosas como la preservación del oso gris, sin saber muy bien cual es la relación con nuestro negocio. Yo propongo que se asuma a nivel sectorial el reto de la erradicación de los accidentes de trafico como objetivo, y que los principales lideres del mercado y la patronal lo asuman, lo apoyen y lo conviertan a su vez en un reto para la sociedad, que quizás empiece a percibirnos en el papel fundamental que realmente debemos representar, el de los promotores de la seguridad de nuestros asegurados.
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